miércoles, 28 de abril de 2010

Diario La Nación

La dura realidad de los marginados
Ignacio Apolo creó una pintura cruel y dolorosa, ambientada en la Argentina que nadie quiere ver



Rosa mística. Autor y director: Ignacio Apolo. Intérpretes: Ana Pauls, Lucas Barca, Mario Jursza, Amanda Busnelli, Alejandro Dufau. Vestuario: Claudia Tomsig. Escenografía e iluminación: Gabriel Caputo. Violencia escénica: Federico Howard. Asistente de dirección: Yamila Transtenvot. Coordinación de producción: Andrea Hanna. Dirección musical y música original: Pablo Bronzini.



En Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Viernes, a las 21. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.



La pobreza, la delincuencia y la religión se unen en esta experiencia dramática de Ignacio Apolo. La intención es mostrar una pequeña y muy significativa porción de una sociedad convulsionada en la que ciertos límites parecen haberse perdido.
El desencadenante de Rosa mística es pequeño y terrible a la vez: un bebé muerto de un balazo al que los vecinos pretenden santificar. Ese hecho devela a una serie de personajes marginales que, dentro de ese marco social, intentan comprender el porqué y para qué de sus vidas que, con sólo observarlas, parecen estar acabadas. Será difícil que encuentren una salida y, entonces, ellos sólo pueden apoyarse en valores que el afuera les tiene reservados o, si algo del interior está fortalecido, deberán optar por quedarse con ellos mismos, endureciéndose o enloqueciendo.
Una pintura de época: cruel, dolorosa, desalentadora. En Rosa mística, Apolo, como en obras anteriores, encuentra en la sordidez de unos mundos personales ese germen creativo que lo impulsa a tornarse un fuerte crítico de una sociedad que lo inquieta, lo perturba. Y encuentra en la escena la mejor forma de exponerlo.
Rosa mística tiene una actualidad notable. Esas escenas parecen extraídas de unas noticias que los medios periodísticos recogen a diario. Eso que sucede en el espacio escénico es bien conocido pero, por tenerlo tan cerca, causa un dolor mayor, porque se ofrece como ritual.
Un elenco heterogéneo sostiene esa acción que progresa por momentos con cierta lentitud. El autor y director se detiene, tal vez demasiado, a escarbar en ciertas cuestiones de la escena innecesariamente, demorando el desarrollo de unas situaciones que de por sí son sólidas y movilizantes.
Apolo necesita que una y otra vez observemos esa acción de los personajes, escuchemos esos comentarios, esas reflexiones, con igual intensidad para, tal vez, reforzar su discurso. Y en verdad le resta potencia a una historia valiosa.
Se destacan Ana Pauls (una joven convulsionada y que busca una verdad que la lleva al sacrificio), Mario Jursza (un padre policía que intenta encontrar un equilibrio entre el deber, el poder de los otros, mientras la violencia lo cerca cotidianamente) y Amanda Busnelli (una madre que, después de padecer tanto dolor, parece haber perdido el juicio).
Rosa mística es una experiencia de teatro documento que muestra una zona de la Argentina por todos conocida, pero que, por extraerse con estos detalles, se torna verdaderamente conmocionante.




Carlos Pacheco

Página 12


LAS 12


TEATRO

REZO POR VOS


Por Moira Soto

Una niña que querría ser santa en una iglesia cercana a la villa, donde su padre policía y el cura párroco transan en secreto para reprimir a cualquier precio. Una obra de Ignacio Apolo sobre la inconducta de las instituciones y sus víctimas, protagonizada por Ana Pauls.


Esa mujer más amarga que la muerte, cuyo corazón tiende lazos y redes, con manos como cadenas, que con tanta mala onda misógina describe uno de los libros sapienciales del Antiguo Testamento –El Eclesiastés–, no se asemeja por cierto a la flor del rosal de Jericó, de ocho pétalos, templo sagrado en cuya corola estaría escondido el Mesías por llegar, y que dio origen al culto de la Rosa Mística, invocada en las antiguas Letanías Lauretanas que se siguen rezando en la actualidad. Ignacio Apolo, dramaturgo original y reflexivo que se ha acercado con desprejuiciado interés a personajes femeninos en obras como Trío para madre, hija y piano de cola, ha encontrado en la mitología y en la liturgia de la religión católica oficial un material sumamente significativo en lo conceptual y de fascinante teatralidad en lo formal. En su obra Rosa Mística, que también dirige, aflora toda una temática relativa al dogmatismo, la religiosidad popular, la búsqueda de trascendencia a través de la santidad (que aquí se intenta alcanzar a través de alguna forma de martirio).
Por otra parte, en este texto denso y complejo, se alude a las fórmulas de plegarias y sermones repetidos incesantemente, como mantras huecos, por oficiantes y fieles, que sin embargo suelen obrar lejos de toda virtud teologal, en particular de la caridad (en cuanto a amar al/la prójimo/a como a nosotros/as mismos/as). Empezando por el hipócrita cura párroco de esa zona del Bajo Boulogne, lindante con la villa, y ese agente de policía prejuicioso y corrupto que busca (y consigue) la venia clerical para plantar pruebas y limpiar el barrio.
Entre esos dos personajes siniestros, una madre enajenada hipnotizada por los noticieros de la TV (que reiteran lugares comunes entre el amarillismo y la moralina, todo lo que pueda sumar rating alimentando el morbo) y Lauchi el chico de la villa (nieto de una ex empleada doméstica de la madre), cobra inquietante relieve la figura de Rosa. Una chica que –al igual que Lauchi– está haciendo el pasaje a la adolescencia en una situación afectiva cercana a la orfandad. En verdad, se trata de dos criaturas aún inocentes al comenzar la obra, que ha de pasar por deformantes pruebas iniciáticas: Rosa, en su fanatismo religioso al que se aferra desesperada, en su afán de lavar sus pecados e igualarse a Cristo, llegará a la laceración y a poner en riesgo su vida. Lauchi, sin horizonte alguno, discriminado e injustamente acusado, terminará en un correccional.
En las letanías que se recitan en la obra, la Virgen María es implorada como Madre Amable, Espejo de Justicia, Causa de Nuestra Alegría, Consuelo de los Afligidos... Pero ella no parece responder a tan bellas adjetivaciones en la vida práctica. El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo no demuestra demasiada piedad hacia los que lo alaban y glorifican. Rosa intenta iniciar una cadena de rosarios sin ningún éxito. El cura llama “hermanos” a los integrantes de su grey y paralelamente avala la represión y la inequidad.
Ignacio Apolo conjuga con maestría y enfoque humanista el accionar de los representantes de dos instituciones que deberían preservar la legalidad y la justicia y que, en cambio, se asocian perversamente sin dejar de mantener una fachada honorable. Las víctimas evidentes en el contexto de la obra: Rosa y Lauchi. Una alimentando su misticismo hasta la exacerbación enfermiza, hasta una suerte de paroxismo teñido –inconscientemente– de erotismo. El otro, estigmatizado por sus orígenes y su condición social, arrastrado por Rosa a una situación de arrebato que no comprende, aunque sí percibe con dolor cuando ella para provocarlo lo insulta “¡Cartonero!”. “Vos tenías buen corazón”, le dirá tiempo después Lauchi a Rosa, cuando ella va a verlo al correccional, ya casi convertida en beata de sacristía, obedeciendo ciegamente a los dictados del cura.
El dramaturgo y director eligió con mucho acierto a su elenco, aunque quizás a Alejandro Dufau, el sacerdote, le falte algún reflejo tenebroso en su expresión. En boca de Mario Jursza se vuelve muy creíble la jerga y las modalidades policiales, Amanda Busnelli lleva con sutil naturalidad a su madre más allá del bien y del mal, y Lucas Barca hace a un chico villero al que dan ganas de tenderle una mano, tan genuina es su presencia. Como protagonista, resulta admirable la compresión de su difícil rol por parte de la muy joven Ana Pauls, conmovedora por el alto compromiso con que lo asume. ¤


Rosa Mística, los viernes a las 21 en Sala Beckett, Guardia Vieja 3556, 4867-5186.